La crisis climática no es solo un desafío ambiental: es también un reto humano, social y profundamente emocional. Para quienes criamos y cuidamos, especialmente en comunidades vulnerables, los efectos del cambio climático se sienten en lo cotidiano: desde la salud de nuestras hijas e hijos hasta la seguridad del hogar y el acceso al agua o la educación.
Pero también es cierto que, en medio de la incertidumbre, emerge una fuerza poderosa: la del cuidado colectivo. Criar en comunidad, compartir saberes y apoyarnos mutuamente puede ser una de las respuestas más resilientes y transformadoras ante esta crisis.
¿Cómo afecta la crisis climática a la crianza?
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Salud y bienestar infantil: los niños y niñas son más vulnerables a enfermedades relacionadas con el clima, como las respiratorias o transmitidas por agua contaminada. Además, el calor extremo y la contaminación afectan su desarrollo físico y emocional.
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Interrupción educativa: fenómenos como inundaciones, sequías o incendios han interrumpido la educación de millones de niños en todo el mundo, afectando su aprendizaje y bienestar emocional.
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Carga en las tareas de cuidado: las mujeres, principales cuidadoras en muchas comunidades, enfrentan mayores desafíos al tener que recorrer distancias más largas para obtener agua o alimentos, aumentando su carga física y emocional.
Cuidar como acto de resiliencia
Ante un panorama, donde el cambio climático agrava desigualdades y multiplica desafíos, el cuidado, que tantas veces ha sido invisibilizado, se revela como una herramienta esencial de adaptación y resistencia.
Cuando las estructuras sociales fallan, son los lazos comunitarios y el acompañamiento cotidiano los que sostienen. Cuidar, no solo se convierte en respuesta individual, sino una forma colectiva de resistir el impacto del entorno.
Estas son algunas formas en que el cuidado se convierte en resiliencia:
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Redes de apoyo: fortalecer lazos comunitarios y redes de apoyo entre familias permite compartir recursos, conocimientos y brindar contención emocional.
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Educación ambiental: incluir a niños y niñas en actividades que promuevan el respeto y cuidado por el medio ambiente fomenta su sentido de responsabilidad y esperanza hacia el futuro.
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Participación activa: involucrar a las comunidades en la toma de decisiones sobre políticas ambientales y de cuidado asegura que las soluciones sean pertinentes y efectivas.
Criar y cuidar en tiempos de crisis climáticas es un desafío, pero también una oportunidad para fortalecer nuestras comunidades y construir un futuro más justo y sostenible. Al apoyarnos mutuamente y actuar desde el cuidado, podemos enfrentar los retos climáticos con esperanza y determinación.